"Indagamos agrietar los pórticos a otras realidades más allá del recubrimiento
de nuestras debilidades".
Llega desde fuera y nos libera de las ataduras, nos volvemos ingenuos al observar el tiempo que llevamos inmersos dentro de esta estructura, y el sentimiento de desprotección y desamparo es perceptible en este momento. El temor de liberarse de este armazón es fugaz y la voluntad del ser impera por encima de nuestra cobardía, y así seguimos profundizando en contra de nuestros miedos racionales.
Es entonces cuando yacemos en
paz, encontramos el sentido, nos dejamos llevar y el sentimiento de paz se hace
visible. No anhelamos el saber, simplemente somos observadores de la verdad,
expectantes al fluir con el todo.
El tiempo se disgrega en esta
realidad, y surgen caminos opuestos para descuidar la importancia del presente.
Por vez primera nos adentramos en nuestro mundo interior y emana de él, un
sentimiento de grandeza, humildad y efusividad compartida.
Hallamos el símbolo oculto, la
llave mágica que abre las puertas de otra realidad donde la distancia entre dos
puntos está sujeta por el mismo organismo, capaz de moverse acorde a las leyes
ancestrales. Y como si de algo cotidiano se tratara, nuestro cuerpo se adapta a
la experiencia y danza en sincronía con el fin de inmortalizar nuestra
existencia conjunta.
Se hace evidente la necesidad de
preservar nuestro entorno tanto como nuestra persona, y asimilamos el
sentimiento cauteloso como parte fundamental de nuestras vidas, para persistir
unidos a nuestro entorno en perfecta simbiosis. Aquí atravesamos el umbral
hacia la sabiduría para instaurar en nuestra modesta vida como ser físico.
La unión está presente en
cualesquiera que sean las realidades, solo el conocimiento de ella dará lugar a
la comprensión de la estructura universal.